Todos los recuerdos de la infancia, todos los días de la vida, todos los acontecimientos de la propia existencia apiñados como recuerdos nítidos y claros en una memoria prodigiosa.
Entonces…
Cuando era apenas un proyecto de mujer solía soñar despierta todo el día y gran parte de la noche, hasta que me quedaba dormida. Me costaba conciliar el sueño, así que utilizaba mis propias técnicas, me inventaba los sueños y los llevaba por el camino que me apetecía hasta que ellos solos cogían rumbo hacia el país de Morfeo.
En algunos aspectos de mi vida la timidez y la fantasía eran mis acompañantes. Nunca me atrevía a decir lo que pensaba. Cuando miro atrás, recuerdo la simpleza del pensamiento infantil, la facilidad con que la ingenuidad arreglaba todos los problemas de la humanidad.
Desde muy pequeña, mi madre fomentó en mí el hábito de la lectura. Primeramente empeze leyendo la Santa Biblia, el cual me marcó mucho mi vida, no solo la mía sino que la de mi familia en general, también me compraban colecciones infantiles, cómics, cuentos. Y yo los devoraba todos con rapidez, con esa curiosidad por el mundo que te rodea que sólo tienen los niños.
Hoy por hoy esa habilidad se ha ido alejando muy fácilmente de mi vida, dedicando tiempo a otras cosas que a mi crudo lenguaje de saber, experimentar y analizarlo todo. Tiempo perdido y utilizado en cosas fastidiosas como ir de compras, un momento de esparcimiento o simplemente un momento de dormir. Es curioso saber que la mente te pide que te actualizes y veas a tu alrededor las cosas que pasan en el mundo, que este mismo universo te confirma que nuestras vidas irán cambiando cada vez más rápido sin dejar huellas en el camino.
Solo sé que el fin de nosotros se acerca y que cada vez que amamos a Dios, tenemos un pedacito de gloria junto a Él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario